Reportaje Fotográfico sobre la unión de Neha, India y Leo, Argentina para Revista Convivimos

Fotos y Texto: Lucia Baragli

“Love is in the air”

Lucía Baragli fue testigo privilegiada de una boda celebrada en India. Ritos ancestrales que sellaron un amor que nació en el aire, el de Leo y Neha, un muchacho argentino y una joven hindú que se conocieron en la línea aérea árabe donde trabajan.

Las lamparitas cuelgan pequeñas, redondas y brillantes como cataratas de luz amarilla sobre los techos de la casa. Desde lejos parecen luciérnagas en un baile intermitente bajo el clima sofocante y pegajoso de esta noche en Dehradun. Más abajo, sobre estantes improvisados, la imagen de Ganesh, el dios hindú, descansa con su colorida quietud.
El calor, como muchas otras cosas en India, se hace sentir. Y de la mano de este llegó octubre, ese octubre que Leandro y Neharika habían estado esperando desde hacía mucho tiempo. El momento para el cual tuvieron que planificar, poner y sacar ropa de valijas, hacer llamados, probarse cantidades infinitas de trajes, seleccionar telas y enviar, a amigos y familiares en todo el mundo, invitaciones con forma de papiro en tela dorada con rojas letras firuleteadas.
De esta forma comenzaba la maratónica boda que se celebró en Dehradun, zona de las laderas de la cordillera del Himalaya, al norte de India. Confundidos y fatigados, los idiomas de cada conversación se mezclaban sobre la mesa redonda. Ellos no necesitaban palabras, una mirada era respondida con una sonrisa y así todo estaba dicho.
Leo es argentino, oriundo del barrio de Caballito, en Buenos Aires, y Neha es de Dehradun, India. Se conocieron en el aire, lugar donde trabajan como tripulantes de cabina de una conocida aerolínea árabe, y viven en Dubai, uno de los siete Emiratos Árabes Unidos. Este amor nacido entre las nubes se celebró con una ceremonia bajo la tradición hindú durante tres días que estuvieron repletos de colores, aromas, música y simbolismos. Presenciar una boda de este tipo es, sin duda, una experiencia única e irrepetible para los que vivimos en el mundo occidental.
Mientras nos sacamos los zapatos y nos sentamos en el piso cubierto por una alfombra roja, se da comienzo al Haldi Hath, la primera ceremonia.

Vestido de blanco y rodeado de frutas, polvos de colores, flores y aceites, el pandit (sacerdote en hindi) recita mantras y bendiciones.

A medida que son llamados, amigos y familiares untan a los novios en todo el cuerpo con una pasta de cúrcuma. De un momento el orden se evapora y, entre risas y guiños, todas las manos, a la vez, se encuentran sobre ellos dejándolos completamente amarillos. Todo sea por la buena suerte, el buen carácter, la pureza y la fertilidad.
Más tarde se dio inicio a una de las tradiciones más atractivas; el mehndi. Esta consiste en embellecer brazos, manos, pies y piernas de la novia con dibujos en henna. Perdidas entre arabescos, se escriben las letras que forman el nombre del novio, quien posteriormente deberá encontrarlas para tener buena suerte. Luego de cuatro horas de calor y calambres, la piel de Neha lucía el hermoso diseño final.
Una vez más estamos descalzos y sentados en el piso, sólo que esta vez el mandapa -lugar sagrado donde se realiza la ceremonia- está repleto de almohadones, flores, campanitas doradas y telas que cuelgan por todas partes. En el centro descansa una arquitectura de maderitas que pronto arderá. Durante esta ceremonia, que dura al menos tres horas, los novios realizan el saptapadi, para ello dan siete vueltas en círculo alrededor del fuego. Con ello simbolizan el respeto, la lealtad y piden por una vida feliz, pacífica, próspera y sana.
Perdí la cuenta de la cantidad de veces que me puse y me saqué los zapatos, y la cantidad de veces que alguien me bendijo formando un punto rojo en mi frente durante aquellos días. Pero si de algo estoy segura es que el amor, en cualquiera de sus formas, puede aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar. O flotando en el aire.