Entrevista al humorista Fabio Alberti para revista Convivimos

Texto: Lucia Baragli

Fotos: Belen Grosso

“Puedo hacer todo lo que me gusta”

Creó personajes desopilantes como el del mártir Peperino Pómoro. Junto a Alfredo Casero y Diego Capussoto, renovó el humor televisivo nacional. Hoy el actor Fabio Alberti atiende un tráiler de comida  rápida en San Isidro, donde despacha hamburguesas y ofrece su propia salsa de tomates.

Es domingo en Buenos Aires, el cielo de este mediodía nos regala un azul brillante e intenso. La Avenida del Libertador, camino a San Isidro, se encuentra repleta de personas disfrutando y almorzando en restaurantes de todo tipo. Pero acercándonos al río por la calle Roque Sáenz Peña, hay un lugar de comidas que los supera a todos en originalidad. El aire se inunda de aroma a carne asada y cumbia mientras se mezcla con el sonido latoso de un megáfono que ruge: “¡Belén, ya está tu pedido!”.

Familias enteras, grupos de amigos, parejas, jóvenes y adultos están congregados en este patio con mesas comunitarias de madera. Envuelto en esta imagen surrealista, sobre pequeñas piedras grises y un frondoso verde de fondo, descansa un Fast Track con letras amarrillas que indican; “El puesto de Fabio”. Caminando entre las mesas, saludando gente, sacándose fotos con sus admiradores y chequeando su teléfono celular, se encuentra Fabio Alberti, el comediante argentino nacido hace 50 años, al que todos recordamos por su personaje del sacerdote que predicaba la palabra de Peperino Pómoro, y el de Coty Nosiglia en “Boluda Total”, de los programas cómicos Cha Cha Cha y Todo por 2 pesos.

Su primer emprendimiento gastronómico lo tuvo junto a Francisco González Álsaga durante los 20 días que duró el Festival Internacional de Teatro, 10 años atrás. Sobre una parrilla al fondo de la Facultad de Derecho, despachaban morcipan y vacío-pan. “Siempre tuve la fantasía de vender chorizos. Hace un año y medio estaba con mi mecánico y vi de casualidad que tenía este carro. En ese momento yo no tenía plata y le dije: me lo llevo y cuando pueda te lo pago”. Fue así que lo enganchó a su auto y, sin registro, luces, ni seguro para transitar, se aventuró por la General Paz. “Cuando llegué a mi casa pensé; ¿Y ahora qué hago con esto?”. “Yo sabía que Diego García Tedesco tenía este predio, así que lo llamé y le dije: compré esto a 4 mil pesos, ¿Ponemos 2 mil cada uno y hacemos algo?”.

Entonces, tras varias visitas al chapista, lo fueron arreglando y comenzaron a vender hamburguesas. Primero los sábados por la noche, después los viernes, y luego se sumaron los domingos al mediodía.
Lo que fue una idea dormida durante 10 años, hoy es un éxito. “Para mi familia era una locura. No podíamos pagar el colegio de los chicos y yo voy y compro un carro”. Y hoy el carro pagó la deuda con el colegio.

Si bien dentro del tráiler se cocinan hamburguesas, por detrás se maneja una estructura mucho mas grande donde se suma una parrilla, una cocina de preproducción y dos cámaras frigoríficas. Comenzaron con una elaboración de pan para 70 personas. Hoy son más de 900 por fin de semana. “Ya está, que los haga otro”, asegura. Fabio no sólo es la cara de este emprendimiento, sino que su humor y creatividad están presentes en cada detalle. Sus hamburguesas de 150 gr de carne varían con sus descabellados nombres inspirados en sus personajes más conocidos.

Aquí se invita a probar una “Pinchila”, que consiste en queso cheddar, panceta, BBQ y pepino; o una “Fasulo”, con hongos Porto, cebolla caramelizada y queso Brie. Para los más tímidos, el menú ofrece una “Boluda con queso”. Toda esta locura de sabores se completa con porciones de fritas o “Nachos Viale”.

El sabor de la memoria

Para Fabio la hamburguesa ideal es la de queso y huevo, aunque jura ser fanático del pepino. El paladar de su infancia recuerda los domingos con su padre en los que solían comer en una fonda. Allí pedían queso y dulce de batata y le ponían crema chantillí, dulce de leche y charlotte. “Me gustan todas las comidas. Mi viejo hacía pollo al oreganato, lo envolvía en ese papel que se usa para los planos de arquitecto y le ponía manteca. Estaba buenísimo”.
Su amor por la cocina también está presente en su casa, él es quien se ocupa de cocinar y hasta hizo un horno de adobe: “Ahora cocino con palitos; donde vivo hay muchos y no tengo gas”.

Bajo el seudónimo DJ Cabeza, sube el volumen de su equipo “Scott Sound System”, comprado en Constitución por 1500 pesos. Un pendrive colmado de sonidos es su aliado: “Esto que estás escuchando se lo pedí a la china del supermercado”.
Pero la música no sólo sale en formato digital. Por aquí han pasado artistas como Miranda, Kevin Johansen y Leo García. A todo esto se suma el programa de radio El Puesto de Fabio (domingos de 11 a 13 am por la Rock & Pop) donde la gastronomía y el humor son los ingredientes principales. “Tengo la posibilidad de hacer todo lo que me gusta. Quiero escribir y escribo, quiero hacer teatro y lo hago, quiero hacer escultura y lo hago, quiero cocinar y cocino”.
Todos los proyectos son bienvenidos; “La semana que viene vamos a hacer un desfile de modas, me gusta la moda. En septiembre vamos a estrenar una película de Mariano Cohen sobre la carne. Vamos a poner una pantalla y a cocinar una vaca con cuero entera mientras proyectamos la película”.

En su salsa

Con los tomates sobrantes de una producción de fotos y una idea con 10 años de antigüedad, dieron vida a la salsa “Peperino Pómoro” en honor a su personaje. Lo que inició como un juego con una producción de 15 frascos en la cocina de su casa, hoy produce 8.500 frascos de la mano de la fábrica Alcaraz, en Mendoza, y se puede conseguir en los lugares mas inhóspitos del país: “Hay gente que me dice: ‘Che, compré tu salsa en Tandil, en Ushuaia’”. Su próximo paso será hacerla en versión picante, “Peperino en el infierno”.

El día va cediendo paso a la noche y el humo de la parrilla comienza a desaparecer junto con los comensales. Entre los sueños de Fabio está cocinarle al actor Jim Carrey o a Messi. Quizás, entre la cumbia y el humo de este delirio gourmet, algún día el megáfono grite: “¡Lío, ya está tu pedido!”