Reportaje Fotográfico en la región norte de Vietnam para Revista Convivimos

Fotos y Texto: Lucia Baragli

“Nubes de arroz”

Un paseo por la vida de los Hmong, el grupo étnico procedente de la región suroeste de China que, durante el siglo XIX, migró y se distribuyó en Laos, Camboya, Tailandia y en las zonas montañosas del norte de Vietnam.

Ubicada en la provincia de Lào Cai, en el noroeste de Vietnam, se encuentra Sapa, una tranquila ciudad de montaña y el hogar de una gran diversidad de minorías étnicas como los Hmong, Dao (Yao), Giáy, Pho Lu y Tay. Los Hmong, o etnia Miao, comenzaron a emigrar hace más de 300 años y se asentaron en las laderas montañosas de Sapa, donde habitan flotando entre nubes y campos de arroz. Rodeados por un verde intenso que se despliega a 1550 metros de altura, viven de la agricultura de subsistencia –cultivan arroz, cebada, maíz, trigo y mijo- que, a su vez, está condicionada por 160 días de niebla, veranos subtropicales y fríos inviernos de niebla y nieve.
Al llegar a Sapa, me recibe un grupo de mujeres y niñas que, sin dejar de hablar, me rodea y envuelve como un remolino. Entre risas, miradas y abrazos, una de ellas pone en mi muñeca una pulsera repleta de colores y dice rotunda: “Ahora somos amigas”. Sin siquiera darme cuenta, sellé un pacto de amistad.

Antes de salir hacia aquí, hablé con Mama Mao, una de las mujeres guías Hmong que reciben turistas en sus hogares ya que, sumado a la venta de artesanías, cuadruplican lo obtenido en la cosecha donde trabaja su marido. Junto a él y sus tres hijos, viven en Haou Tau, una de las 18 comunidades que están repartidas en la montaña. Llegar hasta allí es una hermosa travesía en la que, durante cinco horas -a pie- se recorren ríos, campos de arroz, cascadas y mucho barro. Su casa es de madera, paja y caña de bambú y la luz eléctrica es un parpadeo impredecible.
Durante los días que compartí con Mama Mao, recorrimos los arrozales y vi a las mujeres tejer los trajes típicos locales que, durante un año entero, realizan con fibra natural de cannabis. Por las noches, agotadas de las largas caminatas en altura bajo una lluvia persistente, acompañamos las sopas de caña de bambú y vegetales con su típica happy water, el vino de arroz local que nos dejaba a todos con la sonrisa dibujada en los ojos.