Entrevista al creador de efectos especiales Jorge Rañi, para revista Convivimos

Texto y Fotos: Lucia Baragli

Artesano de la ficción

Explosiones, terror, hombres lobo y mucha adrenalina. Jorge Rañi es el hombre que desafía lo imposible. Con más de 35 años dedicados a los efectos especiales, fabrica desde un sachet de chocolatada a escala humana, hasta un King Kong que se pasea por una ciudad maquetada. Vida de un artesano de la ficción.

Las puertas se abren y, entre la sombra opaca de este día gris, aparecen osos reposando un sueño eterno, herramientas de todo tipo, caras expresando dolores infinitos, simpáticos robots, animales convertidos en máscaras de látex y cinturones que sólo el gigante de un cuento podría usar.

El taller de Jorge Rañi, ubicado en el barrio de Villa Devoto, en la Ciudad de Buenos Aires, acuna miles de personajes y objetos que fueron protagonistas de publicidades o estrellas del cine y la TV. Dotado de hábiles manos y una curiosidad infinita, esta mente brillante de 56 años le hace frente a todos los desafíos.

“Ahora estoy trabajando en unos cascos para una serie. Lo único importante es terminar a tiempo. Los encargos son siempre para ayer y para mi es mejor, lo divertido es que sea rápido”. Mas allá de que se trabaja bajo mucha presión, Jorge aclara: “Me gusta mucho lo que hago, si no, haría otra cosa”.

En los años ’70, Jorge era un niño de 10 años. Mientras sus amigos jugaban a la pelota, él se la pasaba armando y desarmando cosas o mirando películas de terror. El resto del tiempo lo ocupaba visitando el Bazaar Yankee en el centro de la ciudad, donde observaba atentamente las máscaras que vendían y luego él reproducía. “Me iba a la terraza y agarraba una caja de zapatos, la llenaba de yeso, metía la cara adentro y, con una bombilla, respiraba por la boca. Después, con pegamento, simulaba cicatrices. Pasaba tardes enteras haciendo eso. En la escuela me querían mandar al psiquiatra”, recuerda con una sonrisa pícara.

Un día se enteró que Martin Mendilaharzu, el efectista que le hacía las máscaras a Narciso Ibañez Menta para su personaje “El hombre que volvió de la muerte”, vivía en el barrio de Versalles, a unas cuadras de su casa. Con mucha ilusión y una gran insistencia, logró que el pionero de los efectos especiales lo dejara entrar en su taller.

Más adelante, comenzó a estudiar caracterización con Alex Mathews. En aquel entonces, no había escuelas ni Internet. Todos sus conocimientos los obtuvo de libros o de sus invenciones como autodidacta.

“Cada cosa que realizo tiene que tener su

espíritu, su propia vibra y energía.

Me gusta hacer que las cosas tengan vida”.

OTRA FRECUENCIA

Jorge también es un apasionado del buceo, actividad que realiza desde los 13 años. A los 17 se fue a Brasil a filmar un documental subacuático: “Cuando llegué y vi de qué se trataba, no me quise volver más. Siempre me gustó el agua, es otra frecuencia”, recuerda. A partir de ese momento, su vida y su trabajo se dividieron entre Brasil y Argentina. Junto a su mujer, Fabiana, y sus cinco chicos, fue detrás de cada capricho que las productoras requerían. Y uno de estos pedidos fue para hacer una mujer androide, una copia de ella misma en látex de tamaño real. “Quedaba muy poco tiempo, ellos no podían resolverlo y yo tenía mucha experiencia con ese material”. Fue así que, luego de tres días y sus noches, logró el objetivo. “Terminamos diez minutos antes de que empezara la filmación, el trabajo había quedado perfecto. Esa jornada fue una masacre, en todos esos días, ni siquiera volví a mi casa para dormir”.

Uno de sus éxitos más destacados fue realizar un gorila al estilo King Kong y una maqueta a escala para una publicidad. Para lograrlo, trabajó durante un mes junto a dos grupos de 40 personas cada uno, que iban rotando sin dejar nunca de producir. “Aquella vez hubo mucho presupuesto. La maqueta parecía una ciudad de verdad, habíamos hecho detalles descabellados”.

El éxito del gorila le abrió las puertas para trabajar con João Daniel Tikhomiroff, reconocido en el ambiente por sus películas premiadas y por ser el único juez latino en el Festival de Cannes. Junto a él, realizó una publicidad de pegamento que ganó el premio León de Oro. “Me acuerdo que fue una locura hacerla. En aquella época, todo se hacía en toma única y cada rollo de película era carísimo, ¡no nos podíamos equivocar! Siempre me pedía cosas difíciles o que nunca había hecho y yo no le podía decir que no. Después, llegaba al estudio y me ponía a llorar. Trabajé mucho con João Daniel, yo era joven y entusiasta y él me adoptó. Fue un buen comienzo”.

Otra gran experiencia fue junto al productor Tulé Peake en la película Tropa de Elite. “Todos querían trabajar con él por su influencia. La filmamos en el morro, dentro de la favela en Brasil, por momentos era muy difícil lidiar con la gente que vivía ahí y con la policía”.

Su colega preferido a la hora de encarar proyectos es Pucho Mentasti, conocido por sus video clips y por formar parte de Blue, la productora que se destaca por reunir realizadores y directores freaks de todo el mundo como Alex de la Iglesia. “Me encanta laburar con Pucho, es el más talentoso. Con él hicimos una publicidad de un auto, era delirante, pero finalmente ganó varios premios”.

AL LÍMITE

Algunos años atrás, Jorge estaba trabajando en Brasil con unos hornos para una publicidad de pollos y hubo una pérdida muy grande de gas. Cuando se dieron cuenta, el piso era una pileta de fuego azul de medio metro. Todo duró un segundo. “Al que estaba al lado mío, se le derritieron las zapatillas y yo me quemé las dos piernas. Estuve unos días en el hospital y me terminé escapando por la ventana, tenía que volver al set de filmación”, recuerda.

Otro accidente sin retorno fue haber perdido el olfato por usar amoníaco. “Estaba haciendo unos muñecos y el vapor de los líquidos me afectó y no lo noté. Cuando me quise dar cuenta, ya no olía nada”.

Entre sus grandes referentes están los realizadores Dick Smith, conocido por su trabajo en las películas El Exorcista y El padrino, y Rick Baker, creador de los efectos especiales en clip Thriller, de Michael Jackson, Star Wars y Hombres de Negro, entre otros.

De este alocado oficio, Jorge rescata lo bueno y lo malo: “Las cosas se preparan durante muchísimo tiempo y después las escenas duran segundos, hay detalles que ni siquiera se ven”. Y aunque, en un principio, todos los trabajos parecen imposibles de resolver, para este apasionado artesano ese día aún no llegó y se divierte con cada nuevo desafío. “Si tuviera que ir todos los d.as a una oficina, no podría, me gusta manejarme con libertad y tener tiempo para mí. Si no hubiera hecho efectos especiales, no hubiera nacido”.